La noche atacaba con su sereno salvaje, bañando con su gracia a ladronzuelos y príncipes.
La noche, majestuosa y fraternal, disfrutaba del espectáculo de bufones estresados y de los magistrales cantos de pasión que brotaban de las gargantas tímidas de alcobas inundadas por mares de vergüenza, azotadas por vientos juguetones de armonía.
La noche presenció entonces el mayor de los espectáculos, cuando los mares de vergüenza se evaporan para volver en forma de inocente lujuria bondadosa y atrapar a las estrellas como testigos silenciosos.
Bajo el calor turbulento de dos cuerpos arropados bajo la luz de luna menguante, sintiéndose pioneros entre las mareas y cumbres de los mundos del cuerpo ajeno, se emprende la búsqueda interminable, anhelando conseguir la fuente de los deseos y riquezas ocultas en las minas del secreto, ocultas en la noche.
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