8 may 2013

Terror Criollo


Cuando el chirrido de la puerta sacudió el silencio sólo para abrazarlo fracciones de segundo más tarde, el terror cubrió con su manto sombrío la tez clara de aquella mujer anonadada por la figura que momentos atrás la perseguía con determinación, sujetando un objeto largo y delgado con una punta de flecha en uno de sus extremos. Sin embargo dada la agitación que sentía ahora la pálida fémina no le permitía determinar con precisión qué era aquel objeto o quién era el personaje que la perseguía.

Luego de escasos pero interminables segundos de imponente silencio, golpeado por la respiración agitada de aquella blanca mujer cuyas mejillas se perdían en el polvo y el sudor que la disfrazaban, sus ojos verdes invadidos por un pequeño círculo amarillento alrededor de sus dilatadas pupilas, observaban como aquella puerta de madera vieja y maltratada caía cual pieza de dominó, empujada por algún niño deseoso de observar un pequeño espectáculo, jugando a formar casas, empujando una fila de piezas colocadas en algún orden misterioso.

Sólo cuando sus pupilas se dilataron incontrolablemente, logró enforcar su vista en la robusta sombra misteriosa que buscaba darle caza, identificando así el rostro del León de los Llanos, José Tomás Boves.

Terminó entonces otra noche de rutina para el ilustre, quién luego de torturar brevemente a aquella dama de tez clara y ojos verde-amarillento, terminó con la desdicha de la misma moviendo ágilmente la muñeca, sentenciando a la moza, quien quedó tendida sobre una laguna rojo carmesí.


                              

2 may 2013

Amor psicótico

Muchos me toman por psicótico, pero ¿Hasta qué punto puede ser cierto? ¿Acaso la psicosis no me mostraría como una persona alterada? Sí, y no es el caso, permanezco sereno en mi lecho, esperando ansioso la llegada de mi fiel amiga, aquella que camina cabizbaja y pasa desapercibida entre ancianos ariscos  e infantes insolentes, aquella que vive de los errores y se alimenta de los desdenes de los condenados ¡Oh amiga mía! Cómo has arrebatado con tu guadaña las añoranzas de los soñadores ¡Oh querida mía! Como has repudiado los deseos y esperanzas de aquellos que buscan la luz.

Recuerdo aquel día perfectamente, lo recuerdo con detalles. Creen que perdí la cordura, que encerrándome me calmarán, pero no, no me conocen, no vieron lo que mis ojos sí, no sufrieron como yo lo hice. He sufrido los traumas más obscuros, he culminado la más fantásticas travesías y mi cordura, fiel compañera, me ha acompañado a lo largo de mis míticas hazañas.

El comienzo y el fin vinieron agarrados de la mano. Aquella fría noche de noviembre, la luna había finalizado con su ahogado recital y ahora reposaba, escondida bajo su manto sombrío. Los ruidos del bosque cercano a mi habitación me habían despertado, raptando mi atención y adueñándose de mis sentidos. 

Sumergíame yo en los valles y escalábanse mis manos las más altas cordilleras, cuando el irritante sonido de una voz interrumpió mi perfecto trance: "¿Te pasa algo?". Como detesté aquellos asquerosos instantes de falsa preocupación, la forma tan natural e hipócrita en que me miraba, su despeinada melena de oro falso, sus desagradables ojos azules y fulminantes ¡Puaj! Decidí no responder, tal vez así lograría volver a descansar sin la necesidad de dormirme. Una vez más preguntó: 
- ¿Te pasa algo? ¿Tuviste pesadillas?
- Estoy bien, mi única pesadilla en este momento son las personas que me preguntan qué me pasa.

El reloj marcó las 3:15 de la mañana cuando otra voz me sacudió, pero no era una voz desagradable, hablaba con un tono suave y atractivo, con una pizca de perversidad en sus palabras. Parecía venir de las paredes, del techo, del suelo, de la misma cama: "Deshazte de ella, no es necesaria. Sólo te molesta. No es necesaria. Es un estorbo". Curiosamente, tenía razón, ¿Cómo podría dudar yo de aquella voz tierna cuando sentía que era sólo una proyección de mis propios pensamientos? ¿Acaso el hecho de escuchar voces debería inmutarme? Los movimientos fueron tan vívidos y naturales que no hubo necesidad alguna de agitar la respiración o de tensar los músculos. Tan sólo tomar la almohada que sostenía mi cabeza momentos atrás y deslizarla suavemente sobre su suave y perfecto rostro, y escuchar los gritos mudos que salían de su fina garganta bastaron para dibujarme una enorme sonrisa en el rostro.

Las maravillas que disfruté las horas siguientes fueron incomparables, orgasmos visuales recorrían mis pupilas y abrazaban mi iris, cantidad de sonidos deslumbraban mis tímpanos, infinidad de sabores cabalgaban sobre mis labios. Hallábaseme yo entonces disfrutando, nada más y nada menos, que del espectáculo de la muerte, aquel sentimiento incomparable que paseaba sobre mi espalda y erizaba mis vellos. Claro que no duró mucho tiempo hasta que alguien llamó a la policía, pero ya era demasiado tarde, podían arrestarme, encerrarme, matarme incluso, pero aquellos recuerdos permanecerían en mí por siempre, sonriendo al recordar como la vida de mi esposa se desvanecía entre mis manos.

Continúo aquí, esperando el glorioso día en el que me reencuentre con mi verdadero amor, ansioso porque llegue el día en el que pueda reír con aquella gracia de nuevo ¡Oh amada mía! Cómo te has apoderado de mis sentidos, cómo has logrado ser mi pasado, presente y hacerme desearte en el futuro, cómo has desenvainado los encantos del sufrimiento para hacerme tu ciervo, y heme aquí rendido a tus pies, aguardando el momento en el que podamos reunirnos de nuevo amada mía, para condenar las almas de aquellos que osen ignorarte como aquella mujer alguna vez lo hizo.

                                          



29 abr 2013

Prisión cautiva


La noche atacaba con su sereno salvaje, bañando con su gracia a ladronzuelos y príncipes. 

La noche, majestuosa y fraternal, disfrutaba del espectáculo de bufones estresados y de los magistrales cantos de pasión que brotaban de las gargantas tímidas de alcobas inundadas por mares de vergüenza, azotadas por vientos juguetones de armonía.

La noche presenció entonces el mayor de los espectáculos, cuando los mares de vergüenza se evaporan para volver en forma de inocente lujuria bondadosa y atrapar a las estrellas como testigos silenciosos.

Bajo el calor turbulento de dos cuerpos arropados bajo la luz de luna menguante, sintiéndose pioneros entre las mareas y cumbres de los mundos del cuerpo ajeno, se emprende la búsqueda interminable, anhelando conseguir la fuente de los deseos y riquezas ocultas en las minas del secreto, ocultas en la noche.